Lanzada originalmente en 1968, esta novela inspiró la película «Blade Runner, El Cazador Implacable” de Ridley Scott, que se considera (con razón) una de las mejores producciones ya realizadas en el tema de ciencia ficción. El argumento tiene como base una visión distópica del futuro donde, después de una Guerra Mundial con el uso de armas atómicas, gran parte de la población de la Tierra es arrasada (así como la mayoría de las especies animales y vegetales) o emigra a otros planetas.
Los habitantes que quedan en el planeta sufren efectos en su organismo debido al polvo radiactivo y se dividen entre los Normales, los que aún no se han visto afectados definitivamente por la radioactividad, que cuentan con el permiso para emigrar a otros planetas-colonia y los Especiales, individuos considerados biológicamente inaceptables. En este escenario catastrófico, la ciencia ha creado droides, réplicas cada vez más perfectas, para ayudar en la supervivencia de la raza humana en ambientes hostiles, pero estos pasan a rebelarse a medida que su inteligencia artificial avanza.
Rick Deckard, que permaneció en la Tierra, personaje interpretado por Harrison Ford en la película, es un cazador de recompensas contratado por la policía de San Francisco para «retirar» androides fugitivos, que se han convertido en una amenaza para los humanos.
Sin ebargo, sufre con problemas existenciales al cuestionar la validez de la eliminación de los droides; siendo su sueño es cambiar su oveja eléctrica por un raro animal verdadero, símbolo de prestigio social debido a la rareza de cualquier especie animal. Así como en la película, uno de los temas principales es la frontera entre el comportamiento del hombre y las máquinas inteligentes, que conduce a una reflexión sobre la condición humana (no siempre tan humana como debería ser, por desgracia).
El libro aborda algunos de los temas existenciales con un poco más de profundidad que el guion cinematográfico, por ejemplo: la religión de los sobrevivientes en el planeta Tierra llamada de mercerismo, culto a Wilbur Mercer, que permite, por medio de una especie de realidad virtual, la experiencia única de compartir el sufrimiento para alcanzar la liberación espiritual.
Una cuestión que también está siempre insinuada en el libro (pero nunca admitida) es la propia humanidad del protagonista que podría, él mismo, ser un androide de última generación. A pesar de que asume posturas más humanas que sus similares (especialmente cuando se involucra afectivamente con una hermosa androide). Finalmente, algunos pasajes son francamente influenciados por los viajes psicodélicos de LSD en los años sesenta; experiencias que el autor, Philip K. Dick, exploró en detalle en su vida personal.
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? se trata, sin duda, de una novela original y reveladora que nos pone frente a un mundo que ya no parece tan lejano (para nuestro terror) como lo era en los años sesenta u ochenta, principalmente en lo que se refiere a la destrucción del medio ambiente y la cada vez más palpable “idiotización” de la raza humana.
Un clásico reciente de la ciencia ficción que cuestiona nuestra realidad social y, por supuesto, lo que parece un futuro inevitable para la especie humana y el planeta Tierra.